Caballo Cultural

¡HEY FAMILIA! POTOSINOS AL DANZÓN

Por Pedro Félix Gutiérrez

Para guisar un buen caldo de gallina se requieren, en primer lugar, una gallina; así decía mi abuelo cuando nos explicaba que lo primero es lo primero y, enseguida, que no nos dejáramos servir gato por liebre. Por tales antecedentes y en honor a la cultura de la verdad, la escencialidad y lo auténtico que el abuelo me inculcó, expongo que para que exista y se dé el Danzón, lo primero es que haya un hombre y una mujer frente a frente, en proporción tal que vientre a vientre y palma a palma, de mano izquierda con derecha,s e toquen y se entrelacen por cintura a ella y por el hombro a él.

 

La más grande emoción de un cuerpo contrario de otro sexo, pelo al aire, cabellera abundante, piernas firmes y exactas, cuyos pies calzados con zapato pulsera asientan el ritmo, lo arrastra y contonea, eso es bailar. Danzón, de lo que sientan ellas no respondo, ni digo ni imagino, pero debe ser tan placentero que desde hace ya casi cien años se sigue, tarde a tarde de domingo, bailando en todos los salones de baile del país el danzón del que quiero recordar sus glorias.

DEL AYER POTOSINO

En el año de la guerra contra los alemanes cuando el escuadrón 201 fue a la lucha, se oía en San Luis Potosí "Ron y Coca-Cola" y “En un bosque de la China". Y de bailar sabroso Almendra y Nereidas, así los danzones se quedan para rato. Era 1944 y yo de 10 años vivía en la hoy avenida “Damián Carmona” en una casa grande cuyo frente estaba resguardado por un frondoso árbol, que aún existe; al lado de la casa vivían Silvia y Felipa, jóvenes agraciadas y querendonas mayores “ya en edad de merecer” -como se dice-, y que por tal no se detenían en pintas de edades, ni de estaturas, ni escolaridad, ni compromiso de amistad o de noviazgo de quien fuera elegido como pareja para el baile.

 

Ese fue mi caso de niño despierto y bien entrenado por mi madre para el danzón. Entonces se bailaba como se hizo en el famoso salón El Pirata que Antonieta Rivas Mercado abrió en los años veinte en la Ciudad de México para culto exagerado de lo popular; visto, oído y consumido ahí por los intelectuales postrevolucionarios, ahí se bailaba el danzón y ahí llegaba un danzón decantado del Puerto de Veracruz en donde el lujo del garbo y el dominio de la pareja era hacer todo en un ladrillo, en el espacio reducido de un tabique, en el que casi sin moverse se danzaba entrelazando a la pareja sin jamás separarse. Era 1944.

Veo que años después de los batalladores centros descritos, después de que Agustín Lara inventó "Llegó el sol de Malibú" y de que la orquesta Clave Azul fuera y viniera del Puerto de Veracruz a la Ciudad de México, muchísimas veces tocando "Juárez" y “Nereidas", nosotros aquí en San Luis capital, estábamos empecinados en bailar en un ladrillo o dentro de un pañuelo el danzón.

 

En una de esas posadas nos invitó a San Miguelito, en la calle “Martín Mendalde” número 9, doña Marianita. Su hijo Quique Palacios, de 19 años, se iría de viaje y esta sería su posada de despedida. Echó la casa por la ventana y esto incluyó música.

 

Quedamos los chiquillos asombrados cuando vimos bailar a los adultos. Padre y madre bailaron en un pañuelo y el amigo Quique con una amiguita en un ladrillo, todos supimos y vimos que sí podía hacerse.

DE LOS AIRES CUBANOS

 

Para los primeros años de 1950, en plena segunda parte del Siglo XX, nuestro despertar de adolescentes de encontró con la música de Pérez Prado, el mambo, que desplazó a la guaracha, la conga, la rumba y otras tropirítmicas, pero nunca pudo con el danzón que tenía su catedral en el Salón México y sus cinco pistas, y El Colonia y sus tres pistas, El Fénix, el Club San Luis,  Los Ángeles y El Chamberí , todos los cuales combinaban todos los ritmos.

 

Todavía los viejos tocadores del danzón tradicional veracruzano o danzón capitalismo se oía, Agustín Hernández o Emilio B Rosado y conjuntos afamados de Veracruz y Tampico hasta que de pronto apareció Acerina e impuso su “Santiagueño modo”.

 

Como fuera el moreno, un timbalero en Santiago de Cuba, de esas chatas gafas y orquestas de baile viniera a México invadido por cubanos en la época del presidente Adolfo Ruiz Cortines, trajo consigo el timbal como seña de marcar el tiempo, hacer tal y como si fuera su tierra en donde se suda a mares y hay que parar de vez en vez para que se limpien las gotas que escurren a los caballeros y a las damas que hagan también esto y se abaniquen y agiten el aire que un poco lo refresca y diluye el mal olor. Aquí en México eso nunca fue indispensable, pero el mulato lo impuso haciendo creer que solamente quienes esto hicieran eran los verdaderos  “iniciados", los amos del danzón, y fue de esta manera que las paradas de ignorantes que llenaban los salones de baile, al quinto compás con tamborazo y dueña, aprendieron a detenerse como hoy se aprecia.

La gran diferencia entre Pérez Prado, Acerina y su Danzonera, y Enrique Jorrín, es que Acerina como un topo impuso, sin importar que México esté a más de 2000 metros más alto que Santiago de Cuba, una costumbre que aquí no funciona y alteró el estilo propio, seguido, ininterrumpido, de los capitalinos al bailar danzón y los tontos snobs de baja estofa cayeron en el garlito y perpetuaron el error de adaptación del mulato.

 

Por su parte, Pérez Prado es genial porque no sólo mexicanizó el mambo, sino que lo hizo parecer parte ineludible del baile,l a danza, el cine, la literatura y el perfil de esa generación de mexicanos y del mundo.

 

En cuanto a Enrrique Jorrín, él creó un neodanzon tan alegre, con tiempo tan rítmico, que introdujo en cuanto ámbito quiso. Yates de lujo, donde hubiera lujo, música y gente divirtiéndose. En la Casa Blanca, las embajadas y su otra capital europea Italia fue completamente el Cha, Cha, Chá.

 

Nada de eso hizo Acerina, el furr famoso, por su buena orquesta y por tocar años y años en salones. Pero fue local y nada más, el danzón propiamente poco le debe.

FIN DE MILENIO CON EL DANZÓN

 

Es difícil explicar al que habla y hacerle entender a quien gusta de bailar que hay música " tropical", "afroantillana " o " caribeña" que es para oír cómo la música de jazz y, es más, esa es “jazz tropical”, que no se baila. Si no está en nuestra conciencia es porque esos músicos sólo son oídos en salones de baile y no en salas o cafés de audición, lo que establece la insana relación de que todo lo que tiene ritmo y percusión es música para los pies.

 

Uno de esos músicos es sin duda Poncho Sánchez quien, entre muchos aciertos generosos y extraordinarios, ha recreado una versión de "Almendra", el danzón por exelencia, que enchina el cuerpo y deja sin aliento; no hay que bailarlo, hay que imaginarlo en danza con la pareja ideada por uno.

 

Por si fuera poco, la Orquesta Filarmónica de la UNAM, dirigida por Ronald Zollman, tiene grabado un concierto que incluye la obra de Arturo Márquez, Danzón, que con sus quince minutos es una recreación como  “el huapango' o “sones de mariachi" que hicieran otros famosos músicos mexicanos con la música popular.

Hay una vuelta a los principios porque hemos perdido caminos; parece ser la consigna en todo campo de expresión humana, hay una búsqueda de los orígenes, las raíces y la razón  de ser lo que se hace; en el arte popular urbano no puede ser de otra manera. En la música para bailar estamos encontrando que no basta con hacer historia o anécdotas, se necesita criticar y valorar las equivocaciones para retomar el camino.

 

¿Cómo sonaban los danzones con la Orquesta de los Hermanos Domínguez con la lira de San? ¿Cómo se oía en la marimba, cómo se oía Emilio B. Rosado en "la kermés" de Fely, dueño del restaurante Rauls en la calle de Velasco en 1950? Y en la UNAM la Orquesta de Ingeniería los danzones.

 

Los capitalinos de la ciudad de San Luis Potosí fueron bailadores de danzón hasta la llegada del cha, cha chá. En 1952 en la ciudad de México, en la Catedral del Danzón ganó el “Trofeo de Tigres", es decir, lo mejor entre los mejores, la pareja formada por Martita y Quique Palacios que portaban el número 43, ambos de San Luis Potosí, y de barrios tradicionales, él de San Miguelito y ella de Tequis.

 

Otra vez volver a la pareja, a la sincronización simultánea, a la idea de que el ser humano es binomio de hombre y mujer, inseparables, y que, al mismo nivel de actividad, no hay "caldo son gallina" y sí “gato por liebre”, ni más ni menos que eso. Es el significado de retomar el baile urbano por excelencia: El Danzón.

 

Ver y enseñar a ver para dejar atrás la infancia espiritual.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Ajedrez Político SLP.

Pedro Félix Gutiérrez

pfelix2000@hotmail.com

X: @pedrofelixgutie

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Es académico investigador por la UASLP la cual ha publicado sus libros es considerado buen escritor y poeta sus columnas periodísticas son culturales

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