Los Expedientes del Imperio

Por Jaime Contreras Huerta

Un llamado a los intelectuales  

La revista Nexos publicó en días pasados un artículo del Dr. Ariel Rodríguez Kuri, intitulado:  Los intelectuales públicos y la pastoral democrática. Inicia afirmando que “ya es tiempo de que los intelectuales públicos mexicanos maten al Wagner que llevan dentro (Nietzsche dixit) y en cambio piensen, investiguen, escriban planes y, sobre todo, doctrina”, es decir, que los intelectuales tradicionales  del antiguo régimen neoliberal y sus séquito,  rompan con sus tendencias nihilistas  y deseos de purgar al régimen actual con vanos intentos de exhibir una crisis que solo ellos ven.

 

Ariel Rodríguez Kuri es académico e investigador adscrito al Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México (COLMEX). Doctor en Historia por esa misma institución, sus investigaciones se han centrado principalmente en la historia política contemporánea e historia de la Ciudad de México. En el artículo ya mencionado, Rodríguez Kuri precisa que “es momento de que los intelectuales tradicionales se ensucien las manos y empapen del espeso y maloliente menjurje que llamamos política”. Su argumento lo sostiene con la reflexión de que: “Contra la percepción imperante, el crítico no es en automático un legislador de la realidad".

 

A manera de analogía, cita a Francisco Bulnes: “A propósito de los intelectuales porfirianos, que aturdidos por culpa del fenómeno maderista, les fue difícil entender y modelar un país que era distinto después de 1910: La nostalgia es real, quién lo duda, pero su materia es imaginaria”. El intelectual tradicional del régimen neoliberal insiste en exhibir su añoranza cuando defiende un régimen atado al statu quo y retrógrado.

 

Sobre la democracia, afirma que se requiere tejer una narrativa construida con una historia verdadera que explique “los giros, pliegues, vacíos y antinomias de la propia democracia. Para el autor, uno de los criterios para evaluar el proceso mexicano es una inusitada reflexibilidad postmoderna, en la cual el narrador se convierte, él mismo, en criterio de verdad”. Esta argumentación salpica al intelectual tradicional Héctor Aguilar Camín, que en una de sus columnas que publica en el periódico Milenio, sostiene que con el triunfo de la Coalición Seguimos Haciendo Historia, el pasado 2 de junio, surgió “un nuevo animal hegemónico, que no conocemos, legitimado por un tsunami de votos. Termina el ciclo llamado la transición a la democracia y empieza el ciclo de la transición a la antidemocracia. México no amaneció vuelto una dictadura el 3 de junio, pero los votantes mayoritarios les dieron a los políticos todos los instrumentos para gobernar dictatorialmente”.

 

Rodríguez Kuri, en oposición a Aguilar Camín, explica que: “La reflexibilidad postmoderna" para evaluar el proceso mexicano hace referencia a que el narrador no se limita a relatar hechos, sino que se convierte en un observador que se cuestiona a sí mismo y su papel en la construcción del discurso. En este contexto, el narrador está consciente de su influencia en la narrativa y de la subjetividad que aporta en el contexto nacional actual, donde están emergiendo nuevas posibilidades para una ruptura con formas tradicionales de interpretar los hechos, sin darle tanto peso a las narrativas lineales.

Rodríguez Kuri, también sostiene “que la democracia no es una pirámide, sino un río que fluye. Por eso es un tanto irritante el griterío en el ágora de nuestros intelectuales públicos, como si de los agravios de Job se tratara (pero así es la democracia y así debe de ser). Todo eso se traduce en una muy mala historia del presente y en una política irrelevante, que es lo más grave”. Por lo tanto, sugiere, “que, por el bien de todos, y sobre todo de los intelectuales públicos de filiación liberal y socialdemócrata, empecemos a desmantelar la pastoral. De ello no saldrá un futuro iluminado, pero al menos uno con menos cacofonías. Este programa puede organizarse en al menos seis puntos:"

 

Uno, “Investigar de nueva cuenta y reorganizar narrativamente los últimos cincuenta años para contar con una historia más robusta y menos apegada a nuestras intenciones”.

 

Dos, “Hay que asumir en todas sus consecuencias la democratización de la política mexicana (de la cual no dudo ni tantito) debemos dejar atrás su teodicea, porque es claro que el reino prometido no llegó para todos. Ninguna teodicea que se respete se realiza a medias”.

 

Tres, “Debemos romper la forma metafórica con que se cuenta la historia de la democracia mexicana. Olvidemos los recursos a las fábulas y parábolas con el pretexto de que estamos educando sabe dios a quién. La historia es compleja e ingrata, y su sentido trágico consiste en que no tiene respuestas para todos, al menos no al mismo tiempo y con la misma enjundia”.

 

Cuatro, “Las respuestas a la historia política están en la historia política y no en sus narradores. Éstos no son más importantes que los políticos, partidos, movimientos sociales, las elecciones, los levantamientos armados, litigios, la prensa, las redes, el Congreso, la Corte”.

 

Cinco, “No hay apocalipsis; el gran colapso ya pasó”.

 

Seis, “Ya las palabras son obra”, diría Prometeo (el de Esquilo). Para que los intelectuales públicos (o sus herederos) puedan decir lo mismo tendrían que colaborar de manera más cercana con la reorganización (o refundación, a saber) de la oposición política. Para eso ayudaría, y mucho, la creación de una doctrina de la democracia (para dejar atrás el recitativo de los manuales) y de programas políticos. Tocar puertas para tocar conciencias, tal como hicieron Madero, Gómez Morín, Heberto, Cárdenas o el propio López Obrador. Es una gran tarea por delante”.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Ajedrez Político SLP.

JAIME CONTRERAS HUERTA

jcontrerash44@gmail.com

Maestro en Historia por el colegio de San Luis A.C. y Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí.

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