El alfil negro

Por Ramón Ortiz Aguirre

CANTANDO BAJO LA LLUVIA

 

“Et cataractae caeli apertae sunt”

("Y abriéronse las cataratas del cielo")

Génesis, 7-11

Padecimos casi dos años de sequía. Las presas se vaciaron y el gran negocio de las pipas recorrió toda la ciudad. Aunque de los grifos y las regaderas sólo salía aire, los recibos del INTERAPAS siguieron llegándonos para cobrarnos quién sabe qué, porque no podrían decirnos que pagábamos por un agua que no llegaba, o a lo mucho escurría turbia, cargada de solideos suspendidos y en solución. Algunas veces, incluso, el líquido olía a suciedad.

Fuimos testigos del inicio de una guerra que no esperábamos. Lo que los ciudadanos queríamos era agua, no que abusaran de nosotros con cuotas elevadas por un servicio totalmente deficiente. La guerra sin cuartel que hemos vivido, no se libró con balazos ni con bombas, sino con puras declaraciones irresponsables de las autoridades municipales y estatales en la búsqueda de tener el dominio sobre el suministro de agua. No les importó lo mucho que padecía el pueblo, su único objetivo era hacer mella en sus enemigos políticos. Para logarlo, incluso se les ocurrió una estrategia académica e involucraron a la UASLP.

La Máxima Casa de Estudios de nuestra entidad formó un grupo interdisciplinario para resolver la sequía, pero pasaron los meses y siguen pasando y no han reportado ningún tipo de solución viable y asequible. Solamente han dado unas cuantas ideas que no llegan a aterrizar. Su lentitud y nula proactividad recuerdan aquel dictamen de triste memoria sobre la factibilidad de explotación del Cerro de San Pedro que terminó en una tragedia medioambiental irreversible.

Sin que poder humano interviniera, hace poco franquearon la Sierra Madre las tormentas tropicales y los huracanes que finalmente nos trajeron aguas, las benditas lluvias. Bajó por fin la temperatura abrazadora que ocasionó que los aires acondicionados y ventiladores elevaran hasta el infinito y más allá los recibos de energía eléctrica, así como reverdecieron montes y valles. Cambió la imagen de una ciudad seca y parda y renacieron las plantas semimuertas; los acuíferos se están recargando y las presas se encuentran tan llenas que incluso vierten sus demasías. La contraparte es cruel: Toda la zona conurbada de la ciudad de San Luis Potosí y Soledad de Graciano Sánchez es un caos. Los ciudadanos, en coche, transporte o a pie, nos quedamos atrapados en diferentes puntos de la geografía de esta cuenca endorreica.

Como antaño, el río Santiago ha vuelto a ser un río y se escuchan otra vez los antiguos reclamos por el flujo del agua: “¡Que desperdicio, por qué no la almacenan!” Lo que no saben es que, después de la Presa de San José, sólo queda un punto para poder levantar otra cortina, en la contra presa, donde estuvo la presa de La Constancia que se reventó con la inundación de septiembre de 1933. No es el único sitio. Cuando llueve, todas las calles de San Luis se convierten en pequeños ríos que lo inundan todo. Los pasos a desnivel se convierten en pozas, en donde quedan atrapados los imprudentes que creen poder vencer la fuerza del agua en sus vehículos. Por todos lados afloran las deficiencias del obsoleto y colapsado drenaje potosino. Las aguas pluviales se suman a las negras y se tragan toda la mancha urbana.

Entonces nos percatamos, una vez más, como si no lo supiéramos, del gravísimo error que fue construir y seguir construyendo en las partes altas de la ladera de la Sierra de San Miguelito. Esta urbanización ha disminuido la infiltración, ocasionando escurrimientos rápidos y violentos. Parece que ya no podemos hacer nada, solamente maldecir las lluvias, a las que deberíamos considerar como una bendición. ¡A quienes debemos de maldecir es a las autoridades estatales y municipales, que no hacen nada a tiempo para prever lo que puede suceder! Hace muchos años, por ejemplo, debieron cambiar el drenaje y prohibir construcciones en donde es un riego.

Se han abierto las cataratas del cielo y se seguirán inundando muchas partes de la geografía urbana. Mientras tanto, el Gobierno del Estado solo ruega y reza a Dios para que no llueva el día de la presentación de Luis Miguel en la FENAPO. Empequeñecidas, las autoridades municipales piensan en qué harán en sus domingos de pilas, en donde prometen mucho y cumplen muy poco.

A todos los demás, les pido disfrutar del agua. ¡Mójense! Pero no sean imprudentes. No se metan con o sin carro en las corrientes, brinquen en los charcos como cuando éramos niños, hagan barquitos de papel y pónganlos a navegar en los enormes océanos imaginarios que vemos en nuestras calles y avenidas. Cantemos bajo la lluvia y bailemos como Gene Kelly, Donal O´Connor y Debbie Reynolds en el clásico Bailando bajo la lluvia. Seamos felices este regalo del cielo que es la lluvia, sin pedirle nada a los políticos. Ellos no entienden de estas bendiciones ni de esta alegría.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Ajedrez Político SLP.

RAMÓN ORTIZ AGUIRRE

ramon.ortiz.aguirre@gmail.com

Originario del Centro Histórico de San Luis Potosí, Profesor Investigador de la Facultad de Ingeniería de la UASLP y Jefe de la División de Difusión Cultural de la misma institución, actualmente jubilado. Especialista en agua y medio ambiente.

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