Caballo Cultural
LA ALAMEDA CENTRAL
Por Pedro Félix Gutiérrez
El México de casi todo el Siglo XXI fue una ciudad sin jardines, con el criterio del medioevo que estableció que las ciudades deben estar en el campo -fuente de vida- para tenerlo cerca.
Don Artemio del Valle Arizpe, cronista ilustre de la Ciudad de México, que nació en Saltillo (1884) pero su formación de abogado la hizo en el Instituto Científico y Literario de San Luis Potosí donde coincidió con importantes poetas y literatos como Ramón López Velarde, asegura que la Alameda Central es el paseo más antiguo de la capital del país y desarrolla una sabrosa crónica que consulté en el Archivo Histórico de la CDMX. La Alameda nace desde la época del Virrey don Luis de Velasco y Ruiz de Alarcón quien propuso un paseo para darle belleza a la ciudad.
La historia de más de cuatro siglos de la Alameda Central describe una suerte múltiple para ese paseo popular. La orden del Virrey que se ubica alrededor de 1592 para su construcción se encontró con un primer escollo en un señor de apellido M.
La Alameda, que originalmente iba a estar frente al actual templo de San Hipólito, hubo de desplazarse un poco más hacia el oriente donde afectó sólo una pequeña parte de los terrenos cedidos a los frailes dominicos, la policía de la Iglesia.
Ahora, a más de 400 años de fundada, la Alameda Central de la CDMX sigue dando motivos de atención pública. Diversos regentes de la ciudad, cuando existía esa figura, ordenaron varios trabajos de remodelación a la par que sus monumentos y estatuas fueron objeto del Programa de Restauración del Patrimonio Artístico, Histórico y Cultural de la entonces delegación -hoy alcaldía- de Cuauhtémoc donde se ubica.
Hacia el Siglo XVIII, la Alameda Central tenía mil quinientos noventa y seis fresnos y sólo 98 álamos, aparte de otras especies de árboles con menor cantidad de unidades. Sin embargo, heroicamente sostuvo su nombre de “Alameda”. En 1625 el irlandés Thomas Gage escribió que el paseo tenía calles de árboles donde no penetraban los rayos del sol.
Y no se puede uno imaginar qué pasaba al caer la tarde pues el alumbrado del paseo se perfilo hasta 1868 en la época de la República. Eran lámparas con faroles de trementina
-savia resinosa de los pinos que en el pasado se utilizó para alumbrar las calles- aguardiente, las cuales asemejaban velas a descampado en una noche obscura.
A la fecha se han cambiado 14 mil 900 adoquines, se repararon 2.5 km de pavimento de los andadores, se rehabilitaron cerca de mil metros de rejas, se cambiaron postes y botes para la basura, las bancas de cantera fueron reparadas con cantera rosa de San Luis Potosí que frecuentemente se dañaban por la propaganda política y pintas de letreros.
Atravesando la calle de Dr. Mora, la Alameda Central se engalana también con su vecino que es el mural de Diego Rivera titulado “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”, en el que el autor combinó sus experiencias infantiles con escenas de personajes asociados a la historia de México.
Este mural originalmente fue pintado en el Hotel del Prado que el terremoto del 19 de septiembre 1985 redujo a escombros. Fue una proeza de alarde técnico rescatar la obra e instalarla a un lado de la Pinacoteca Virreinal, ex Convento de San Diego que ahora se le conoce como Laboratorio Alameda.
En el mural Rivera presenta a su maestro José Guadalupe Posada, a Frida Khalo, a Lupe Marín, a Madero, a Corté a Santa Anna y sobre todo a Benito Juárez como soporte de la constitución de 1857. Una vez más la Alameda Central queda como soporte sobre el tapete histórico de la Ciudad de México.
La Alameda Central no sólo forma parte de nuestra historia, sino que está inmersa en ella. Ahí se realizó una manifestación pública y política organizada por Ignacio Ramírez “El Nigromante” -escritor, poeta, periodista, abogado, político e ideólogo liberal mexicano. Es considerado uno de los artífices más importantes del Estado laico mexicano-, para levantar al pueblo en armas contra el invasor francés que pretendía instalar a Maximiliano de Habsburgo como emperador en 1862.
“El Nigromante” era el seudónimo que usaba para escribir sus arengas y publicaciones incendiarias a favor de la reforma económica, religiosa y política en el periódico Don Simplicio que fundó con Guillermo Prieto. En 1847 se prohibió y Ramirez fue encarcelado. Antes en 1845 obtuvo el grado en jurisprudencia por la Universidad Pontificia de México y un año más tarde ingresó a la Academia Literaria San Juan de Letrán donde pronunció un célebre discurso en el que mencionó: “No hay Dios; los seres de la naturaleza se sotienen por sí mismos”.
En el caso de La Alameda de la ciudad de San Luis Potosí, es más grande que la de la CDMX y se hizo aprovechando lo que era el jardín de oración de los Carmelitas tirando sus bardas y abriendo sus avenidas al público. El emblemático lugar es aprovechado los domingos para pasear y conquistar a mujeres que trabajan en el servicio doméstico de las casas de los ricos y que peyorativamente la gente se refiere a ellas como “las gatas” lo cual hoy en día es violencia política de género, discriminación y violación a sus derechos humanos.
Ver y enseñar a ver para dejar atrás la infancia espiritual.
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Ajedrez Político SLP.
Es académico investigador por la UASLP la cual ha publicado sus libros es considerado buen escritor y poeta sus columnas periodísticas son culturales