Ojo de Buey
Por J. Carlos Haro
UN TIBURÓN EN LA PECERA
Los medios y las redes sociales se incendiaron con el video de la golpiza que sufrió el adolescente Santiago a manos de Fernando “N”, alias “El Tiburón”, un sujeto de una barriada del norte de la ciudad, con tatuajes en el pecho, cargado de baratijas como si fueran ostentosas alhajas y que maneja una Hummer amarilla, emergido de los bajos fondos y sobre el que se construyó una personalidad múltiple que cuadrara con el afán de linchamiento mediático y con las posturas de la oposición para socavar la imagen de la autoridad ante la presunta negligencia o encubrimiento para lograr su detención ipso facto.
Fue notoria la falta de un trabajo periodístico local para brindar una mayor aproximación in situ a los hechos y los personajes involucrados con investigaciones, datos y testimonios confiables, tan es así que vinieron algunos reporteros de medios de la capital del país con la pretensión de hacer esa chamba, pero de manera lamentable carecieron del rigor ético que exige no solo el periodismo, sino también la presunción de inocencia que al violarse favorece al indiciado.
Su motivación principal fue otra y el crítico estado de salud de Santiago, fue un mero pretexto para ocultar sus innobles propósitos, los medios se dedicaron a encolerizar a la opinión pública con la difusión, hasta la náusea, del video de la agresión sin filtros para un mayor “rating”, atizando el morbo colectivo en el contexto nacional de la guerra mediática del bando conservador en contra del gobierno federal por el tema de la inseguridad; y como el gobierno de Ricardo Gallardo es un aliado de la 4T, los buitres comenzaron a volar sobre su presa.
Quizá Fernando “N”, no tiene bien ganado el mote de “Tiburón”, un depredador de la profundidad de los mares, veloz y fuerte, pero que no devora a los humanos por lo general, hay una versión de que se lo autoimpuso para impresionar en su círculo social; mientras que la prensa, tanto la tradicional como digital, lo presentaron de manera indistinta como un peleador profesional, experto en artes marciales mixtas, abogado, vinculado al narco, dueño de una refaccionaria, un yonque y un gimnasio, y hasta ¡destacado militante de Morena!, esto último da una idea clara de por dónde venía la línea política.
La cobertura mediática del caso de “El Tiburón” y el adolescente Santiago, ameritaría un estudio de profesionales en la materia para entender los resortes políticos y económicos que movieron a los medios de comunicación, el control ejercido sobre la audiencia y el desempeño de la autoridad, el Ojo de Buey solo da unas pinceladas de un titubeante aprendiz que deslumbró como se administraba a la masa inerme una dosis de esa hiper droga, el Fentanilo, la que sí crea zombis de verdad.
La conclusión del caso como fenómeno mediático, aún falta la sentencia judicial, puede resumirse en la frivolización en la que terminó la detención de Fernando “N”, al ser minimizada por los que precisamente clamaban justicia desde los medios y las curules opositoras, la noticia importante no fue cumplimentar la orden de aprehensión, sino la supuesta risa del sujeto, que más bien pareció el rictus que provoca el darse cuenta que se le acabó la impunidad, y los zapatos “crocs” que traía Martín Serrano, director de la Policía de Investigación de la FGE, al presentar al detenido.
Con sus excepciones, los medios y las redes sociales dejaron a la vista sus limitaciones y sus intereses que siguen, como antes, del lado del lucro a través de la desinformación y el engaño de sus audiencias.
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Ajedrez Político SLP
J. CARLOS HARO
jcarlosharo@gmail.com
Sin títulos nobiliarios ni académicos. Simplemente un libre pensador en el pueblo