El Alfil Negro
Por Ramón Ortiz Aguirre
LA MUERTE VIAJA MUY CERCA
Norte optare malum, timere peius
(Desear la muerte es malo, pero es peor tenerla)
Hasta no mucho se decía que San Luis era un pueblo bicicletero y no se equivocaban. Bastaba con salir a la calle para observar una gran cantidad de gente trasladándose a sus trabajos en bicicleta. Junto a ellos montaban también niños y los clásicos lecheros que cargaban dos grandes botes, uno cada lado del biciclo, así como los panaderos balanceando sobre la cabeza grandes cestas con pan recién horneado. A la vuelta de la esquina rodaba el voceador con sus periódicos y sus revistas junto a los albañiles dirigiéndose a la obra. No faltaban tampoco los agentes de tránsito y los policías bicicleteros en aquel otro San Luis donde todos nos conocíamos, vivíamos en paz y seguros, muy distante de la ciudad que hoy día en que, aunque según el alcalde gane muchos premios, no puede tener el galardón de la aceptación de la gente en el rubro de la seguridad.
En ese entonces no existían las bicicletas de aluminio, mucho menos las carbono, ni demás maravillas. Usábamos biciclos pesados de puro acero y los más famosos eran los Philips y Hércules. En esas jacas de fierro se desplazaban las glorias del ciclismo potosino, como Felipe Liñán, Mauricio Mata y por supuesto Herculano Fraga, mejor conocido como “El Roble del Aguaje”, atletas que participaron en la famosa “Vuelta de México” organizada por la cadena de periódicos propiedad del Coronel García Valseca. Todo eso ha quedado definitivamente en el pasado, pues San Luis va dejando de lado el uso de la bicicleta.
Nuestras calles de hoy están llenas de motonetas o motocicletas, sin meternos a diferenciar unas de otras por su cilindrada y potencia. Ya es muy raro ver ciclistas, pues por todos lados salen imprudentes que, a bordo de una de sus motos, ponen en peligro sus vidas junto con las nuestras. Es obvio que ninguno de ellos ha tomado alguna clase de conducción y que sólo aprendieron a encender la moto y cambiar las velocidades. En el mejor de los casos, saben hacer alguna maniobra menor, y así, con esa falta de preparación, se lanzan a las calles. Algunos de ellos son repartidores de alimentos, otros usan el vehículo para ir a su trabajo o lo emplean como transporte familiar, y unos más utilizan sus unidades para poder delinquir y escapar con facilidad.
Hace ya muchos, pero muchos años, le pedí a mi padre me comprara una mini moto Islo o Carabela, que eran las marcas que existían en ese entonces. Su respuesta fue contundente: “El día que te compre eso, te compro también un ataúd”. Entonces yo seguí pedaleando mi bicicleta y no di más lata, aunque estuve inconforme. A las pocas semanas, un amigo compañero de la escuela tuvo un accidente a bordo de su motocicleta en el que perdió la vida. En ese momento entendí las palabras de mi papá.
Hoy en día, cuando circulo a bordo de mi automóvil debo tener mucha precaución, así como, por qué no reconocerlo, temor ante los motociclistas; rebasan por donde no deben, se cuelan en cualquier espacio sin importarles los otros vehículos; se niegan a usar un casco o prefieren ponérselos al revés, sin entender que en una caída se pueden desnucar. Bastantes de los motociclistas no tienen placas o permisos en orden, y en ocasiones, viajan hasta cuatro personas en una motocicleta, por lo general una familia completa con todo y niños. Algunos asaltantes o sicarios viajan en motocicleta siguiendo el ejemplo que impuso Pablo Escobar Gaviria en su momento, el célebre narcotraficante colombiano.
Entre sus costumbres, los motociclistas suelen hacer reuniones nocturnas en varios puntos de la ciudad. Cuando se juntan se hacen llamar “bikers”, aunque sus motocicletas nada tengan que ver con las choppers de las pandillas de motociclistas de Estados Unidos. Cuando llegan a la reunión hacen un ruido infernal, se dedican a ingerir bebidas alcohólicas al por mayor y hacen rodadas bloqueando el tráfico por donde circulan. Se convierten en amos de las calles, mientras que la famosa poliSÍa se limita a observarlos o a evitarlos, más vale no hacer nada.
Si usted observa la llamada página roja de los periódicos o las redes sociales, verá cómo todos los días se reporta cuando menos un accidente de motociclistas de final trágico y con al menos un muerto. Mientras eso sucede, nuestras autoridades municipales son incapaces de poner un orden en esta ciudad que dejó de ser biciletera para convertirse en motocicletera. Al fin y al cabo qué tanto es un accidente de moto, podrán pensar, o un robo, o una ejecución… nada de eso importa cuando se dedican a buscar premios fantasmas por los cuales de seguro han de pagar una buena cantidad de dinero.
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Ajedrez Político SLP.
RAMÓN ORTIZ AGUIRRE
Originario del Centro Histórico de San Luis Potosí, Profesor Investigador de la Facultad de Ingeniería de la UASLP y Jefe de la División de Difusión Cultural de la misma institución, actualmente jubilado. Especialista en agua y medio ambiente.