Los Expedientes del Imperio
Por Jaime Contreras Huerta
El Norte y el Sur: Desarrollo desigual y combinado
Durante el concierto de Maná en Monterrey, el pasado 17 de noviembre, el vocalista del grupo Maná; Fher Olvera, hizo un comentario que generó una ola de reacciones en redes sociales. El cantante expresó: "Si todo México fuéramos igual de jaladores, chambeadores, que los regios, México sería de primer mundo". Este argumento es una falacia de generalización porque en México, la mayoría somos gente trabajadora y el desarrollo económico que han alcanzado ciudades como Monterrey y Saltillo no sólo es por los ciudadanos chambeadores. Por lo que en las siguientes líneas le explicamos a Fher que:
La teoría marxista de la ley del desarrollo desigual y combinado, describe los ritmos desiguales que las regiones experimentan para dar lugar a combinaciones socioeconómicas específicas. Esta ley fue formulada por Lenin y contribuye al análisis sociopolítico actual. La ley tiene dos puntos básicos: En primer lugar, el desarrollo desigual, que se refiere a que las fuerzas productivas crecen a ritmos distintos, debido a diferencias de carácter natural e históricas. Esto provoca que algunas regiones avancen más que otras, generando grandes contrastes económicos. En segundo lugar, el desarrollo combinado aborda las características de etapas más atrasadas del desarrollo social, que pueden coincidir o combinarse con elementos de etapas más avanzadas. Esto permite que sociedades previamente atrasadas puedan superar temporalmente, en ciertos aspectos, a las más desarrolladas.
Por ejemplo, en México, el desequilibrio estructural es una de las principales causas en materia de desarrollo económico. Históricamente, las regiones del norte y el centro del país han sido beneficiadas con importantes oportunidades económicas, mientras el sur ha permanecido excluido de los principales beneficios de crecimiento, lo que genera la desigualdad económica y las grandes diferencias en el acceso a infraestructura, educación y servicios públicos. No es lo mismo la ciudad de Monterrey que la ciudad de Tuxtla Gutiérrez.
La historia económica de México explica que la desigualdad regional se gestó desde la época colonial y está relacionada con factores históricos, geográficos, políticos y sociales que han condicionado las trayectorias económicas de las distintas regiones del país. Durante el período colonial, en el norte de México, la economía se basó en la minería y la ganadería a gran escala. La abundancia de recursos minerales en Zacatecas, Guanajuato, San Luis Potosí, Taxco, Durango, entre otros territorios, generó grandes riquezas para la corona española e impulsó el desarrollo urbano y social en las regiones mineras de la Nueva España. En este contexto, las ciudades crecieron alrededor de las minas, integrando a comunidades indígenas y mestizas que trabajaban en este sector.
En ese periodo, el sur, particularmente Oaxaca, Chiapas y Guerrero, su economía se orientó a la producción agrícola basada en la encomienda y el trabajo forzado indígena. Esta región aportaba productos como cacao y algodón, sin embargo, la acumulación de riqueza fue limitada debido a la explotación excesiva de la mano de obra indígena, la falta de infraestructura y de minerales para impulsar la minería.
Durante el Porfiriato (1876-1911), México impulsó una modernización económica con atracción de inversiones extranjeras en infraestructura ferroviaria y acciones de desarrollo industrial. No obstante, este modelo de crecimiento favoreció principalmente al centro y al norte del país. El norte se consolidó como una región estratégica por su cercanía con los Estados Unidos, lo que facilitó el comercio y la industrialización en ciudades como Monterrey y Ciudad Juárez. Mientras tanto, el sur permaneció relegado a una economía agrícola de subsistencia, en gran medida, por la concentración de tierras en haciendas y a la exclusión de las comunidades indígenas de los procesos de modernización.
Finalizada la Revolución Mexicana, la política económica postrevolucionaria se concentró en la industrialización del país. Con el modelo de desarrollo estabilizador de Antonio Ortiz Mena durante el periodo de 1940 a 1970, se favoreció nuevamente a las regiones del norte y del centro mediante la concentración de infraestructura, como carreteras, redes eléctricas y plantas industriales. En lugares del Bajío y el norte industrial, Monterrey, por ejemplo, se consolidó como un importante polo industrial gracias a su enfoque en manufactura pesada, siderurgia y productos químicos.
En contraste, el sur continuó marginado, con una economía basada en actividades de extracción de petróleo en Tabasco y Campeche. Las inversiones federales fueron escasas y se centraron en proyectos específicos, como la construcción de presas en Chiapas, sin enfocarse a un desarrollo integral para frenar la desigualdad de desarrollo económico en las regiones del país.
Con la adopción del modelo neoliberal, en la década de 1980, México se integró con ahínco a la economía global, especialmente a través del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1994. Nuevamente el norte y el Bajío aprovecharon esta apertura para consolidar su desarrollo industrial y exportador. La aparición de maquiladoras a lo largo de la frontera norte impulsó economías locales en ciudades como Tijuana, Reynosa y Matamoros. En el sur, los beneficios de la globalización fueron mínimos. La pobreza, la falta de infraestructura y la limitada educación de la fuerza laboral impidieron que la región compitiera, en igualdad de condiciones, con las regiones del norte y el bajío.
Hoy en día, las disparidades regionales en México permanecen. El norte y el Bajío gozan de economías diversificadas con alta productividad industrial y exportadora. Ciudades como Monterrey y Querétaro son líderes en innovación y manufactura avanzada, mientras que estados del sur como Oaxaca y Chiapas siguen luchando con pobreza extrema, informalidad laboral y bajos niveles de calidad de vida. Los proyectos impulsados por la 4T, como el tren maya y el corredor transístmico, buscan cerrar estas brechas históricas fomentando el desarrollo en el sur, pero siempre aparece la voz cantante, como la de Fher para confundir y alentar supremacía en un país que tiene la deuda de acabar con la desigualdad. ¿Así las cosas Fher, con h?
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Ajedrez Político SLP.
JAIME CONTRERAS HUERTA
Maestro en Historia por el colegio de San Luis A.C. y Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí.