El alfil negro
Por Ramón Ortiz Aguirre
El Charro Ponciano
“quod nullius est fit dominii regis”.
(Lo que no es de nadie pasa a ser propiedad del rey).
Un buen día, el ciudadano gobernante de San Luis Potosí amaneció con la intención de hacer algo por su mal agradecido pueblo. Soñó con algo que nunca hicieron aquellos que él llama “la herencia maldita”. Tenía que ser algo verdaderamente trascendente, pensó, que dejara un grato sabor de boca a toda la gente. Y claro, como a todos en San Luis les encanta lanzarse con ímpetu a ver los grandes espectáculos que ofrece el “deporte nacional”, la charrería, les iba a hacer el lienzo charro más grande del mundo.
Por eso, y sin mediar un análisis concienzudo de las necesidades de los potosinos, enfocó sus esfuerzos y los dineros en la construcción de ese gran lienzo que sería ejemplo a nivel internacional. Decidió que iba a ser algo grandioso y digno de presumirse para siempre, porque esta obra sería el vestigio del desarrollo, la brillantez y la bonanza que se alcanzó durante su mandato. A su obra la bautizó como “Arena Potosí”, un centro de diversión en donde lo mismo se podría ver una escaramuza charra, un juego de basquetbol, un concierto, un informe de gobierno y quién sabe qué más. Y lo mejor, todos esos eventos serían, iguales que el lienzo, “grandiosos”, y, de ser posible, gratuitos, para que la gente aplauda a rabiar, claro, lanzando odas a su benefactor. Todavía mejor, la gran actividad programada para la majestuosa inauguración sería el Campeonato Nacional Charro, en el que adelitas y osados jinetes llevarían a cabo las nueve suertes charras: la calada de caballos, los piales en el lienzo, el coladero, el jinete del toro, la faena de la terna en el ruedo, el jineteo de la yegua, las manganas a pie, las manganas a caballo, y, por supuesto, el paso de la Muerte.
Sin embargo, el gobernador propone y los constructores, que son quienes disponen, no midieron los tiempos y no pudieron terminar en tiempo y forma la esperada magna obra. ¡Imagínense ustedes el coraje que pasó el señor gobernador, las mentadas de madre que lanzó por cielo, mar y tierra! Peor aún, ¡imagine la enorme vergüenza que le hicieron pasar ante la Asociación Nacional de Charros!
Por suerte, y como siempre, ya tenia otro as bajo la manga y recordó aquello de que lo que nadie reclama como cosa propia, pasa al dominio del Estado. Así que el gobernador decidió convertir rápidamente nuestro estadio de béisbol en un lienzo de emergencia. Rápidamente los jugadores de béisbol y de softbol vieron con tristeza entrar a las máquinas a destruir el célebre 20 de noviembre, estadio donde los Tuneros dieron tremendos juegos de pelota hace ya años. Esto, ¿qué le va a dejar a esta ciudad?
En días pasados me he dedicado a preguntar a muchas personas cuándo fue al última vez que acudieron a ver una charreada, y desafortunadamente me encontré con que ninguno de mis entrevistados tiene interés por ver charros y adelitas. Eso es cosa del pasado, me dijo uno, mientras otro señaló que aun y cuando lo llamen “el deporte nacional”, no es un espectáculo que conozca, pues ni lo televisan. Alguien más mencionó que, al igual que las corridas de toros, los charros están en vías de extinción y que, si de ver charros se trataba, mejor hubieran traído un juego entre los Charros de Jalisco y los Diablos Rojos del México.
En conclusión, no hay Arena Potosí, no hay juegos de béisbol y casi no hay aficionados a la charrería, pero lo importante, lo verdaderamente importante, es que el señor gobernador va a ver realizado su sueño dorado, aunque sea parcialmente, y San Luis Potosí será la sede del Campeonato Nacional Charro.
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Ajedrez Político SLP
RAMÓN ORTIZ AGUIRRE
Originario del Centro Histórico de San Luis Potosí, Profesor Investigador de la Facultad de Ingeniería de la UASLP y Jefe de la División de Difusión Cultural de la misma institución, actualmente jubilado. Especialista en agua y medio ambiente.