El Alfil Negro

7 ALTARES, NO 7 BARES

Por Ramón Ortiz Aguirre

«Omnium malorum origo otio»
(La ociosidad es el origen de todos los males)

En el San Luis Potosí de otros tiempos no muy lejanos, la celebración de la Semana Santa tenía un significado muy especial. Hoy en día, sin embargo, se ha desvirtuado por la ignorancia y la absurda necesidad de algunos de vivir más siempre en un ambiente de fiesta, buscando el mínimo pretexto para embriagarse hasta quedar fuera de la realidad. Lo que antes fueron días de recogimiento, hoy son una parranda que no respeta la fe con la que parte nuestra población vive los días santos. Pura doble moral, sabiendo que quienes se entregan al exceso etílico se dicen también católicos aunque ahora ignoren los valores y principios fundamentales de su religión.

 

Dentro de la Iglesia, la Semana Santa es la conmemoración anual de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. No es una fiesta y no se trata tampoco de un simple recuerdo sobre lo sucedido hace poco más de dos mil años, sino una época para reflexionar sobre el significado de la venida del Salvador. Por esta razón, en estos días de la también llamada Semana Mayor, se cubren las imágenes religiosas como un signo de luto y penitencia por la pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazareth.

 

Los mantos y lienzos con los que se tapan las figuras en templos y domicilios son morados, no solamente porque se haya decidido que fuera el tradicional de la Cuaresma, sino porque es el símbolo del arrepentimiento y de la solemnidad con la que se debe vivir este periodo litúrgico. El morado es el color de la tristeza y del arrepentimiento por los pecados de la humanidad, así como el del luto por la muerte de Jesús, por lo que también representa la penitencia, la solemnidad y la espera de la resurrección.

 

En las poblaciones católicas, desde antiguo se conmemora el jueves santo con una profunda y arraigada tradición que consiste en visitar siete templo o altares. Este acto simbólico sirve para acompañar espiritualmente a Jesús de Nazareth en los momentos que recorrió durante su pasión: la soledad, la vergüenza e infamia que vivió previos a la crucifixión. Es un acto, por lo tanto, que se repite año con año para recordar lo sucedido desde la última cena hasta la crucifixión.

 

Desde hace un tiempo, en nuestra ciudad algunos individuos ya no entienden el significado y recogimiento de la Semana Santa y han popularizado una aberración a la que jocosamente llaman “la visita a los siete bares”. Para ellos, en vez de la meditación y el recogimiento, esta fecha se ha vuelto sinónimo de embrutecerse por la ingesta de alcohol y andarlo presumiendo a diestra y siniestra. Esta costumbre se ha venido incrementando año con año, según se atestigua en las redes sociales, e incluso en los medios de comunicación que difunden todas estas barrabasadas.

 

El viernes santo de este año, apreció en la primera página de algunas publicaciones impresas, y ocupó también un lugar relevante en medios digitales y redes sociales, la fotografía de un tipo de larga cabellera y barba, vestido con una túnica blanca y un lienzo rojo, con tenis color rosa, acompañado por una muchacha que celebra con gran alegría la impertinencia de su acompañante. La fotografía está tomada afuera de una cantina ubicada en el centro histórico, y al fondo se ven a otros parroquianos que se agolpan a la entrada del bar, desesperados por tomar algunas copas y, si tienen suerte, degustar alguna botana. La burla fuera de lugar es bastante patética.

 

Todos somos muy libres de celebrar las fiestas que queramos, pero esa visita a los siete bares no es nada graciosa. No respeta la fe de otros ciudadanos, ni las costumbres religiosas arraigadas en la mayor parte de la población. Si alguien quiere tomar hasta perder la conciencia, lo puede hacer cualquier día del año, no necesita usar como pretexto la Semana Santa y menos andarse disfrazando de Jesús o de alguno de sus apóstoles. Está bien que cada cabeza sea un mundo, pero ya basta de que muchos pierdan la cabeza y muestren tan poco cerebro al momento de tomar sus decisiones.

 

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Ajedrez Político SLP.

RAMÓN ORTIZ AGUIRRE

ramon.ortiz.aguirre@gmail.com

Originario del Centro Histórico de San Luis Potosí, Profesor Investigador de la Facultad de Ingeniería de la UASLP y Jefe de la División de Difusión Cultural de la misma institución, actualmente jubilado. Especialista en agua y medio ambiente.

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