Los Expedientes del Imperio

Por Jaime Contreras Huerta
Los narcocorridos e identidades juveniles
La estrategia implementada por algunos gobiernos estatales para evitar la apología de la violencia en los eventos públicos, como los conciertos musicales, no es para censurar el género del narcocorrido sino para impulsar su erradicación con una estrategia basada en una cultura de paz. En un breve repaso de fuentes relacionadas con este tema les comparto que la transición del corrido tradicional al narcocorrido y posteriormente al corrido tumbado, ha reconfigurado la identidad, los valores y las prácticas culturales de los jóvenes mexicanos. Este fenómeno musical, que refleja cambios socioeconómicos, políticos y mediáticos, “ha servido como espejo de las realidades marginales y como vehículo de expresión para generaciones que navegan entre “la tradición y la modernidad en el contexto de la globalización”.
Los narcocorridos, surgidos como narrativas de la violencia y el poder en el contexto del narcotráfico, expresan una nueva simbología asociada al crimen, a las aspiraciones económicas y han reivindicado nuevas formas de pertenencia social. En este escenario, resulta pertinente la pregunta: ¿Cómo las transformaciones musicales del corrido han influido en la percepción de la autoridad, la legitimación de la violencia y la construcción de identidades juveniles en México?
El corrido tradicional surgió en el siglo XIX como forma narrativa oral que documentaba eventos históricos, hazañas revolucionarias y tragedias personales. Aldo Mejía explica que: “con estructuras poéticas de cuartetas y versos octosílabos, funcionaba como medio informativo y moralizante en comunidades analfabetas. Obras como "Laurita Garza" (que relata un crimen pasional) encapsulaban dilemas éticos mediante historias localizadas geográficamente, usando personajes arquetípicos para representar virtudes o vicios colectivos”. La académica María Herrera-Sobek considera que el corrido tradicional operaba como "archivo emocional de la nación, donde lo épico y lo trágico coexistían para reforzar valores comunitarios. Sin embargo, su función comenzó a mutar a mediados del siglo XX con la urbanización acelerada y el surgimiento de medios masivos, que descentralizaron su producción y consumo”.
El quiebre ocurrió con la irrupción de los narcocorridos en la década de los setenta del siglo pasado. Los Tigres del Norte popularizaron narrativas que, aunque críticas del narcotráfico, humanizaban a sus protagonistas mediante historias de ascenso social, traición y caída. Las fuentes señalan que canciones como "Contrabando y Traición" (1972) mezclaban denuncia social con fascinación por figuras antiheroicas, reflejando la creciente influencia del crimen organizado en la economía rural.
José Manuel Valenzuela argumenta, en Jefe de Jefes. Corridos y Narcocultura en México, que estos temas resonaron en jóvenes de comunidades marginadas, donde el Estado aparecía ausente y el narcotráfico ofrecía movilidad económica. La glorificación de símbolos de poder como las armas, mujeres y dinero en efectivo. En letras como las del compositor y cantante Chalino Sánchez. se estableció un nuevo imaginario “donde la ilegalidad se asociaba a éxito y resistencia ante la opresión”.
El corrido tumbado, liderado por Natanael Cano, desde 2019, “sintetiza tradiciones regionales (banda, norteño) con géneros globales como trap, hip-hop y dembow. Esta hibridación rítmica acompaña letras que oscilan entre el orgullo por los orígenes humildes ("Soy el Diablo" de Natanael Cano).” Aluden a la celebración de estilos de vida vinculados al consumo de drogas y la violencia. A diferencia de los narcocorridos, que narran episodios específicos, los tumbados privilegian atmósferas emocionales. (desenfado, melancolía, desafío) sobre tramas lineales, usando jerga callejera y referencias a redes sociales.
Un análisis del Instituto Sonorense de la Juventud, explica que el "tumbado" no es solo un género musical, sino una estética que combina moda urbana (tatuajes, ropa oversize), consumo de drogas y una actitud de resistencia ante instituciones percibidas como corruptas o inaccesibles. En resumen, mientras el corrido tradicional exaltaba virtudes como el honor y la lealtad, los narcocorridos transfirieron estos valores a personajes fuera de la ley. En este contexto, los jóvenes, en zonas marginadas, comenzaron a emular la figura del "narco" no solo como modelo económico, sino como identidad cultural: uso de botas vaqueras, camisas bordadas y pick-ups modificadas, elementos que simbolizan poder adquisitivo y conexión con lo rural.
Sobrino Robrero señala que “el corrido tumbado radicalizó este proceso mediante la apropiación de iconografías del hip-hop (cadenas de oro, grills dentales) y la adopción de actitudes "gangsta". Por ejemplo, artistas como Peso Pluma proyectan una imagen híbrida: sombrero de charro con tenis de marca, letras en spanglish que mezclan regionalismos con slang estadounidense. Esta fusión refleja la experiencia de jóvenes biculturales en la frontera México-Estados Unidos, para quienes la identidad ya no es binaria sino fluida”.
América Tonantzin Becerra y Diego Armando Hernández, publicaron los resultados de encuestas realizadas en preparatorias mexicanas donde revelan que el 68% de estudiantes asocia narcocorridos con "diversión" más que con apología del delito, mientras el 43% considera que los tumbados "solo reflejan la realidad". “Esta percepción se vincula a la banalización de la violencia en letras que usan eufemismos ("cuernos de chivo" por AK-47) o trivializan consecuencias ("si me matan, que me entierren con el celular")”. En comunidades con altos índices de deserción escolar y desempleo juvenil (35% en estados como Michoacán), los corridos tumbados promueven narrativas de movilidad económica rápida. Letras como "El Belicón" (Peso Pluma) enfatizan el consumo conspicuo (whisky de $1,000 dólares, relojes Rolex) como sinónimo de éxito, contrastando con modelos tradicionales de ascenso laboral.
En esta realidad, los panistas ya empezaron a victimizarse por la estrategia del Gobierno Federal para erradicar la apología del delito. Resulta extraña esta postura cuando su narrativa insiste en que son defensores de la familia.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Ajedrez Político SLP.

JAIME CONTRERAS HUERTA
Maestro en Historia por el colegio de San Luis A.C. y Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí.