El Alfil Negro

TRAS LAS MURALLAS

Por Ramón Ortiz Aguirre

«Et factum est ita»
(Y así fue hecho)

Los serenos eran personajes del México antiguo que, envueltos en capa dragona, linterna en mano, silbato colgando y arma al cinto, pasaban la noche en vela cuidando a los ciudadanos que reposaban en los brazos de Morfeo. La gente dormía tranquila porque estaba plenamente convencida de que nada pasaría gracias a su ángel de la guarda… y al sereno que pasaba gritando que no había nada fuera de lo común durante su rondín. ¡Las doce y todo sereno!

 

Hace mucho que los serenos dejaron de existir. Ahora la seguridad de los ciudadanos está en las manos de las diferentes corporaciones policiacas y compañías de seguridad privada, que ejercen la labor de vigilancia en toda la mancha urbana. Supuestamente. No sé si lo hacen con el mismo esmero que ponían los antiguos serenos o si solo cumplen con el trabajo, pero una realidad es irrefutable: hoy en día vivimos más inseguros que nunca antes. Los mexicanos llevamos ya décadas con el Jesús en la boca y los malhechores ya no tienen el más mínimo recato: “trabajan” día y noche, asaltando casas, comercios, transeúntes, robando automóviles, motocicletas y hasta los balones de futbol con arrebatan a los niños que salen a echar una cascarita.

 

En cualquier ciudad de nuestro país, las calles son muy peligrosas y ya no hay un solo lugar seguro en toda la geografía urbana. Por eso algunos conciudadanos ahora llevan armas con las que creen protegerse. La defensa de la integridad y la propiedad personal, así como de la familia, nos ha llevado a vivir como en el viejo oeste, bajo la ley del ojo por ojo y echando bala a diestra y siniestra.

 

Debido a la inseguridad, muchos mexicanos vivimos en un permanente estado de sitio. La mayoría ha cubierto las puertas, las ventanas y los pozos de luz de sus casas con todo tipo de herrería convirtiéndolas en verdaderas jaulas. Otros aplican la vieja confiable de colocar afilados trozos de vidrio en sus bardas para que los amigos de lo ajeno deje un trozo de epidermis en caso de que quieran meterse en sus propiedades.

 

Los niveles de inseguridad son tan altos, que la solución de muchos desarrollos habitacionales ha sido levantar enormes murallas que aíslan a los condóminos del resto del mundo. No sólo eso: cuentan también con sus propios sistemas de vigilancia, llenos de cámaras vigilantes, alarmas, bardas electrificadas y sistemas digitales que controlan los ingresos y egresos de los fraccionamientos. ¡Vaya sensación de seguridad a cambio de los datos biométricos de los habitantes de esas colonias!

 

Esta solución entrecomillada no es nada nueva. Las ciudades amuralladas han existido desde los orígenes de la historia humana, cuando nacieron como una forma de protección contra los enemigos y de los peligros exteriores. Las murallas más antiguas de las que se tiene conocimiento estaban en la antigua Uruk, en Mesopotamia, así como en la bíblica ciudad de Jericó, construidas nueve siglos antes de Cristo. Su utilidad en los tiempos que siguieron hizo de las ciudades amuralladas el modelo organizacional más importante durante la Edad Media, pues eran ideales para proteger los feudos.

 

Sin embargo, este modelo habitacional nunca fue completamente infranqueable. Los feudos cayeron y las ciudades amuralladas hoy son ruinas. Lo que la historia demuestra, es que cuando alguien quiso irrumpir en una ciudad protegida por altos muros, pudo romperlos, tirarlos o saltarlos. La verdadera solución no está en las paredes altas y en las cámaras que espían, sino en trabajar en la mejora de nuestras estructuras sociales, a través de la educación en la paz y la justicia.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Ajedrez Político SLP.

RAMÓN ORTIZ AGUIRRE

ramon.ortiz.aguirre@gmail.com

Originario del Centro Histórico de San Luis Potosí, Profesor Investigador de la Facultad de Ingeniería de la UASLP y Jefe de la División de Difusión Cultural de la misma institución, actualmente jubilado. Especialista en agua y medio ambiente.

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